Me perdí intentando encontrar a alguien que jamás aparecería, me perdí buscando la razón en la utopía, perdí mi fe por rezarle a un Dios que en mí no creía, y por buscar lo que nunca se me había perdido, perdí todo lo que tenía.
Siempre he sido mi peor enemigo y mi mejor aliado, siempre he ido por la vida libre y a la vez aprisionado, libre en el sentido de ser el capitán de mi destino, y aprisionado en el sentido de no tener el significado de libertad muy bien definido. Siempre he sido de esos que tienen máscaras, que ensayan sonrisas en el espejo, que ve en la lluvia sus ojos, su reflejo, que si sale el sol cierra las cortinas, que siempre deja la puerta abierta y nunca entra, que deja pasar y nunca espera.
Soy de esos que no tienen paciencia, que admiran al tiempo por pasar y no mirar atrás, de esos que prefieren un poco de demencia a mucha clemencia, soy de esos que a la oscuridad temen, y no de la noche, sino de lo que esta esconde.
Ni más ni menos, soy uno entre un millón, soy de esos que prefiere ocultarse tras un caparazón, que prefiere vivir esperando a la persona adecuada aunque lo adecuado sea dejar de esperar y vivir, sentir, no temer al morir...
Sin duda soy de esos que llaman fantasmas, lobos solitarios, monstruos o raros, pero que acaban destacando entre el resto por ser los más humanos.